Potenciación de la autonomía de los centros y desarrollo del liderazgo

Uno de los aspectos en los que la OCDE viene insistiendo últimamente es la relación directa entre rendimiento escolar y autonomía de los centros educativos. Autonomía significa que los centros escolares tengan capacidad para poder tomar decisiones que afecten a su funcionamiento diario (contratación, condiciones laborales, promociones, asignaturas que imparten, etc…). En la medida en que los centros tuvieran capacidad para poder especializarse o aplicar determinadas metodologías que ayudaran a complementar la formación de sus alumnos podríamos llegar a establecer una “sana competencia” entre los centros para poder desarrollar las mejores técnicas pedagógicas y combatir el fracaso escolar. En este sentido, el papel del director nos vuelve a aparecer como una figura clave y el aspecto del liderazgo, tanto a nivel de los órganos directivos como de los diferentes agentes del centro escolar se nos confirma como un aspecto a tener en cuenta. En palabras del profesor Antonio Bolívar “Las evidencias han mostrado el papel crucial que desempeña la dirección escolar en una escuela que funciona bien, particularmente cuando, en lugar de limitarse a la gestión, se centra en hacer del centro un proyecto de acción colectiva al servicio de incrementar los aprendizajes del alumnado” (Bolívar, 2013). En el mismo artículo, Bolívar señala que un programa de la OCDE denominado “Mejorar el liderazgo escolar” (Improving School Leadership) considera necesarias cuatro grandes líneas de acción:

  • redefinir las responsabilidades que deben tener los equipos directivos
  • distribuir el liderazgo escolar
  • capacitar con las competencias necesarias a los directivos para un liderazgo eficaz
  • hacer del liderazgo una profesión atractiva.

 

Para que este liderazgo sea efectivo, tiene que poder tener autonomía y competencias suficientes para poder llevar a cabo una gestión activa. En particular, cada centro debería poder tener mayores posibilidades de decisión, siempre bajo estricto cumplimiento de las leyes, total transparencia y evitando cualquier sospecha de corrupción, en cuanto a nombramientos de responsables, elección de determinadas metodologías o tareas pedagógicas. En línea con lo comentado anteriormente, cada centro debería poder gestionar su “bolsa” de retribución variable de manera autónoma y siempre con transparencia y coherencia con los criterios previamente fijados. Ahora bien, esta autonomía debería estar refrendada por una mejora de sus indicadores y de su evolución en cuanto a nivel de enseñanza, dicho de otra manera, los resultados de cada centro deben tener una relación directa sobre su capacidad de funcionar de manera autónoma. Aquellos que demuestran que saben gestionar los recursos, como en la parábola de los talentos, deberían ser merecedores de mayor confianza. La otra cara de la autonomía de los centros es la obligación de rendir cuentas de todas sus actuaciones permitiendo también que los diferentes agentes puedan formarse una opinión sobre la gestión de cada centro.

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