La profesora de historia: una buena película para estos días.

Hoy, para dar la bienvenida al fin de semana, traemos al blog un ejemplo de película que puede ser interesante compartir con nuestros alumnos en la distancia o con aquellos con quienes estemos compartiendo este necesario confinamiento. ¡Esperamos que os guste!.

 

Título original: Les héritiers

Año: 2014

Duración: 100 min.

País: Francia

Director: Marie-Castille Mention-Schaar

Guión: Marie-Castille Mention-Schaar

Fotografía: Myriam Vinocour

Reparto: Ariane Ascaride, Ahmed Dramé,

Geneviève Mnich, Xavier Maly, Martin Cannavo,

Noémie Merlant, Stéphane Bak

Productora: Loma Nasha Films

Género:  Drama

Premios: 2014: Premios César: Ahmed Drame nominado a mejor actor revelación.

 

La película narra la historia de un curso académico de Secundaria de la rama de Humanidades en un instituto de provincias francés. Anne Gueguen es una profesora de Historia y Geografía que también imparte Historia del Arte a aquellos alumnos que han escogido esa opción. También es tutora (profesor principal en la versión original) de alguna clase. Al comenzar su clase y, tras presentarse escribiendo su nombre en la pizarra, les dice: “Llevo veinte años enseñando y me gusta lo que hago. En la medida de lo posible haré lo que sea para que no resulte aburrido…” A los pocos días de comenzar el curso, frustrada por el pasotismo de sus alumnos y su falta de mentalidad crítica, Anne propone a sus alumnos a participar en un concurso nacional sobre lo que significa ser adolescente en un campo de concentración nazi.

 

Aunque el hilo conductor de la historia es la preparación de sus alumnos, la personalidad de la profesora nos da muchísimas pistas sobre el perfil ideal del profesor de Humanidades:

 

En primer lugar, debemos hacer una referencia al contexto en el que se desarrolla la película. Quizá en España todavía no esté sucediendo de manera tan acusada pero la Francia que nos muestra la película nos habla de adolescentes con múltiples credos, algunos con principios de radicalismo, que tienen que convivir en el mismo aula. La laicidad es uno de los valores de Francia y asistimos como, pese a los esfuerzos del centro escolar por impedir los símbolos religiosos (tanto las cruces, como los jihabs, etc…) los propios alumnos intentan imponer sus símbolos a los demás (hay una escena en la que unos chicos quieren imponer a una chica una determinada forma de vestir, otra en la que un alumno reprocha a otro que no haya ido a la mezquita e incluso algún comentario en tono gracioso que conlleva un cierto racismo). La profesora Gueguen se muestra inflexible ante este tipo de comentarios dejando claro que no se puede frivolizar con comentarios racistas y además lo ejemplifica, les explica a sus alumnos cómo se sentirían si el objeto de esa broma fueran ellos. Interviene de manera tajante cuando se produce algún tipo de este comportamiento e incluso en un determinado su intervención le supone un cierto peligro físico (no olvidemos que estamos hablando de mozalbetes que superan el 1,80 de estatura y no son peso pluma precisamente….). Uno de los caldos de cultivo del radicalismo suele ser la ignorancia y, precisamente, por eso, el profesor de humanidades debe contextualizar las explicaciones (en una clase, cuando ante el escándalo de los alumnos musulmanes al ver una pintura donde Mahoma ha sido representado en el infierno, la profesora Gueguen les tiene que explicar que la pintura fue hecha en plena guerra entre cristianos y musulmanes por lo que, en realidad se está representando al enemigo).

 

Uno de los aspectos que más llama la atención al inicio de la película, desde el punto de vista del profesor, es la habilidad interpersonal a la hora de acometer el trato con sus alumnos y de buscar su motivación. Cuando la profesora Gueguen está pasando lista hay algunos alumnos que dicen que ellos no deberían estar ahí, que preferían estudiar “Euro” o “cine”. La respuesta de la profesora Gueguen, a veces con ironía, es que esas materias requieren mayor nota pero no se detiene a ver si hay algún error, aprende los nombres de sus alumnos y asume que tienen que convivir juntos. Su conocimiento de la naturaleza humana (no en vano las humanidades le capacitan desde diferentes ángulos) le ayuda mucho en esta tarea. De hecho, empieza desde ese momento a inculcarles disciplina y respeto (fuera la gorra, nada de auriculares ni móviles…). Puede que los alumnos al principio la miren con fastidio, incluso que algunos se sientan excluidos o rechazados pero lo cierto es que se gana su respeto. Por otro lado, les invita a abrir horizontes, a buscar nuevas metas. Hay una frase que resume muy bien esta filosofía: “Hay un mundo ahí fuera tenéis que haceros un hueco“. La organización de la actividad donde invita a dar una conferencia en la clase a un superviviente de un campo de concentración es un buen ejemplo de ello. Quiere que experimenten, que sientan, que lo interioricen incluso aunque se trate de una materia que se podría considerar árida… Hay una frase, esta vez en boca de la otra profesora que colabora en la actividad que es muy definitoria de la actitud de aprendizaje ante esta materia: “La historia no se aprende, la historia se comprende”.

 

El aspecto del liderazgo del profesor es uno de los roles más destacados de esta película. La profesora Gueguen es líder desde el ejemplo, desde la exigencia a sus alumnos pero también desde su defensa. En la reunión de evaluación de la clase donde están presentes todos los profesores y los dos representantes de los alumnos, cuando todos los profesores insisten en la irrecuperabilidad de ese grupo, es la profesora la que reivindica los progresos de un alumno que antes sacaba todo por debajo de 5 (el equivalente a 2,5) y ahora está casi rozando el aprobado… El liderazgo es un liderazgo moderno, cercano y, lo más importante, es compartido. La profesora Gueguen es consciente de que la clase tiene líderes internos negativos pero no se enfrenta a ellos pero no consiente que ellos anulen la personalidad de los demás alumnos. De hecho, utilizando un término muy de moda en la actualidad, el rol de la profesora es el de empoderar a sus alumnos para que tengan la personalidad suficiente para decidir por su cuenta. Esto se ve muy claramente cuando, durante el desarrollo del trabajo, y ante un pequeño conflicto porque dos grupos habían trabajado sobre lo mismo, les reprocha que ni siquiera hablen entre ellos, que no se escuchen unos a otros, que sean indiferentes ante lo que hacen los demás… La reacción de los alumnos sorprende a la propia profesora. Poniendo en práctica lo aprendido en clase sobre la democracia ateniense (nuevamente volvemos a comprobar como el profesor de Humanidades reivindica la plena vigencia de la enseñanza de sus materias) hacen un sorteo para formar dos grupos cuyas tareas sean complementarias. Sobre el aspecto del liderazgo me gustaría hacer una pequeña reflexión: El profesor debe ser consciente de que es líder, quiera o no. Hay profesiones donde el liderazgo está implícito a la labor profesional. Al igual que el sacerdote tiene difícil no trabajar en domingo, el profesor tiene imposible no ser un modelo para sus alumnos. En la medida en que lo reconozca, lo asuma como parte de su rol y lo potencie al objeto de poder ejercerlo de la manera más adecuada, los beneficios tanto para él como para sus alumnos podrían ser inmediatos. De hecho, “la capacidad de liderazgo de los profesores es otro elemento que se viene considerando como de crucial importancia para dar respuesta a los desafíos actuales de las escuelas. El liderazgo no es un papel o posición separada y asumida bajo circunstancias específicas. Hemos de pensar que el liderazgo es inherente al papel del profesor como profesional, que los profesores tienen una responsabilidad que cumplir” (Marcelo y Vaillant, 2001).

 

La profesora Gueguen ejerce su liderazgo utilizando la gestión por influencia y la orientación al logro: sabe proponer un reto para aglutinar la voluntad de la clase y demuestra que tiene más confianza en los alumnos que ellos en sí mismos. El “profesor líder” tiene actitudes que le definen: Sabe “tirar de la cuerda”, sabe pedir algo más cuando se limitan a hacer una recopilación de las fotos de los números de los prisioneros tatuados y les invita a ser ellos mismos “no habléis como alumnos, hablad como niños y adolescentes”. En ocasiones, tiene que respaldar las decisiones de los alumnos como cuando proponen utilizar la portada de un comic donde los prisioneros aparecen vestidos y con pelo porque les supone “recuperar la personalidad”. El profesor líder acepta las críticas y la incomprensión de su función como cuando el director del centro le reprocha que “pierda su tiempo en esa clase en lugar de dedicarse a ayudar a alumnos más capaces y con más posibilidades” pero, sobre todo, sabe enfrentarse a la clase cuando estos mismos le acusan de querer casi ponerles en ridículo al apuntarles a ese concurso. El profesor líder tiene credibilidad.

 

Como idea transversal a lo largo de toda la película subyace uno de los aspectos más importantes para los profesores en general, y para los de humanidades en particular, como es la Educación en valores. Nada de lo comentado hasta ahora tiene sentido si no se produce una transformación en los alumnos, si no son capaces de incorporar a su vida los valores de respeto, trabajo y solidaridad aprendidos en clase. El culmen de este aprendizaje se produce cuando uno de los jóvenes protagonistas, de religión musulmana, se detiene en los buzones de su casa para borrar con su propia colonia una pintada contra una familia judía.

 

Finalmente, la profesora sabe dar las gracias, sabe mostrar su satisfacción por el trabajo bien hecho. Le gusta compartir ese momento y disfrutarlo porque también hay que enseñar a compartir los éxitos y los logros. Los alumnos seguirán creciendo y la profesora, vuelve a su aula donde, esta vez, su frase añade un año más: “Llevo veintiún años enseñando y me gusta lo que hago. En la medida de lo posible haré lo que sea para que no resulte aburrido…”

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